jueves, 28 de enero de 2016

El caso Figueredo


  EXPRESIONES PROVOCADORAS DE UN FISCAL

    Quisiera hilvanar algunas apostillas sobre el reciente procesamiento de Eugenio Figueredo, confeso integrante de esa multinacional del delito que se conoce por la  sigla FIFA, otrora tan imponente como prestigiosa. Como lo he expresado tantísimas veces a través de ese semanario, mi crítica apunta siempre para el mismo lado, es decir, el degradado proceso penal uruguayo y su falta de garantías, con prescindencia de nombres y de personas, que no me interesan en absoluto. Lo que me importa es la dignidad del ser humano, cimiento de todos sus derechos fundamentales a partir de la Declaración  Universal de 1948, pasando por todos los tratados  que el país ha firmado a este propósito.

    De las muchas notas periodísticas que motivó el caso Figueredo-FIFA, tomo una del diario “El País” del 27.12.15 titulada “Fiscal del caso Figueredo: Hay mucha gente nerviosa”, en la cual se  transcriben estas palabras: “Son varios los que está siendo investigados. Hay mucha gente muy nerviosa. Yo no puedo hacer comentarios porque hay una estrategia ya desplegada.

    Despojadas del tono jactancioso que sugieren, creo que estas expresiones del fiscal del caso están totalmente fuera de lugar, entendiendo por esto la discreción y recato que todo funcionario encargado de dictar justicia debe guardar respecto de los asuntos a su cargo, particularmente en aquéllos que por su trascendencia pública pudieren degenerar en esa justicia-espectáculo que tanto agrada a los medios.

    Tales expresiones ambientan interpretaciones cavilosas por lo genéricas y afirmativas, toda vez que es del caso preguntarse cómo sabe el fiscal que “hay mucha gente nerviosa. ¿Habló con mucha  gente y la encontró nerviosa? Porque la afirmación se integra con el adverbio de cantidad “mucha” y el calificativo “nerviosa”, lo cual denotaría que el fiscal habría conversado con esa gente y además la encontró nerviosa. Como verosímilmente esta hipótesis parece poco probable, todo indicaría que se estaría refiriendo a las personas que deberán declarar como testigos por estos días de habilitación de feria y en los que vendrán después de ella. En otras palabras, el fiscal dice que están “nerviosas” precisamente para que estén realmente “nerviosas”. Y no es un juego de palabras, sino una estrategia para preparar la escena.
 
    Naturalmente que la verdad es otra y el fiscal sabe por qué dice estas cosas y que  basta con citar como testigo a cualquier persona que nunca haya pisado un juzgado penal para ponerla “nerviosa”, drama que comienza cuando dos policías vestidos de civil llaman por el intercomunicador y gritan “¡Policía!” y a continuación le dejan una citación, sin decirle por qué ni para qué, peripecia que será suficiente para sacudir la rutina de su vida cotidiana.

    La incógnita recién se despejará cuando, después de esperar en antesala un buen rato, quede a merced del fiscal, quien preguntará a voluntad, muchas veces en actitud concordante y fraterna con la del juez de la causa, el mismo que deberá dirimir el juicio en primera instancia.

    Las preguntas se alternarán de uno a otro, incluso rozando los lindes de la interrogatio generalis, allí donde el interrogador se salga del andarivel que marca el caso concreto. Y entre cuatro paredes, por supuesto, ya que la publicidad, es decir, las puertas abiertas para ventilar el recinto, conspiraría contra la apacible sordidez del sistema.

    Esta salida de tono del fiscal anunciando que hay gente nerviosa debe verse como una expresión, quizá subconsciente, del poder omnímodo que fiscales y jueces tienen sobre la libertad del hombre, sus derechos fundamentales y sus bienes, particularmente visible en la prisión preventiva aplicada según una rutina de razonamientos puramente tautológicos, ante la ausencia de todo sustento normativo.

   Creo que si tal poder no encuentra en firmes escrúpulos de conciencia el freno moral que obste a toda posibilidad de abuso o extralimitación en punto a los derechos y garantías de las personas en el proceso penal, se corre el riesgo de estar ante una actividad contaminada, allí donde la presión social y de los medios o las mismas tendencias del juez y del fiscal alteren  el sosiego anímico propio de toda noción de prudencia e imparcialidad.

    En este sentido y para cerrar mi pensamiento, me valgo de la palabra sabia del maestro Couture cuando, a este propósito, decía: “Cómo podremos desprender  la decisión del juez de sus impulsos, de sus emociones, de sus pasiones, de sus debilidades como hombre. El Derecho puede crear un sistema perfecto en cuanto a su justicia, pero si ese sistema ha de ser aplicado en última instancia por hombres, el derecho valdrá lo que valgan esos hombres”.