La farándula frenteamplista sigue echando leña a la hoguera en su propósito perverso de acosar al gobierno de Lacalle Pou, aún a riesgo de alterar la vida del país, con sus huelgas y paros perfectamente programados por el Partido Comunista. Como en el mensaje bíblico de la “zarza ardiendo” que nunca se apagaba, acá todo sirve para avivar la llama, nada se desperdicia. Cualquier hecho, norma, circunstancia o comentario que emane del Poder Ejecutivo, en particular del presidente Lacalle Pou, desata una catarata de acusaciones e interpretaciones maliciosas.
En otras palabras, para esta gente el
gobierno de Lacalle Pou es una especie de desgracia nacional y como tal, todo
vale para combatirla. Una miseria como nunca se había visto en el país,
incluyendo los 15 años en que gobernaron prácticamente sin oposición. En ese
designio perverso afloran a diario la mentira, la calumnia, la descalificación
y hasta la burla. El odio y la iracundia en la expresión verbal son fiel
reflejo de un estado de ánimo alterado por una derrota que no terminan de
aceptar en términos democráticos.
Por eso hay que mentir, mentir
siempre, porque la mentira cala hondo en la credulidad popular y eso sirve para
denigrar a la gente honrada, práctica comunista de vieja data, bien visible hoy
día en la verborragia cotidiana de los dirigentes que integran la oligarquía
sindical que organiza a diario todo tipo de huelgas y paros generales. Después
de todo y en buen romance, al país que lo parta un rayo si eso sirve como
lanzadera para llegar al gobierno.
A este proceder la izquierda le llama
oposición y quizá lo sea. Pero una oposición pérfida, consciente de su sinrazón,
que invoca la pobreza –la de los demás, por supuesto- como consigna para
utilizar en su provecho a las mismas masas que dice defender, con sus marchas
diarias y su vocinglería ante la Torre Ejecutiva. Es oposición y farándula al mismo
tiempo, pintura grotesca de un estilo que no agrega nada a la conocida monserga
comunista.
Ante este asedio inmerecido, se
yergue serena la figura del presidente Lacalle Pou. Dedicado en cuerpo y alma a
su tarea gubernativa, dinámico, recorriendo el país, en contacto directo con la
gente y siempre abierto al diálogo, merece el reconocimiento y la confianza que
el pueblo, mayoritariamente, depositó en él.
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