VÁZQUEZ Y LA DEMOCRACIA EN VENEZUELA
Cuando el presidente de la República Dr.
Tabaré Vázquez sale de gira por el exterior con sus habituales comitivas, tan
numerosas como variopintas, suele despacharse con declaraciones públicas ante medios
internacionales, de esas que omite por sistema en nuestro país. Es entonces
cuando uno no termina de asombrarse por algunas afirmaciones del Presidente,
por más acostumbrado que esté al desconcierto que ellas provocan.
Al caso, me estoy refiriendo a las que
expresara en una interviú televisiva que le hiciera la Deutsche Welle, cuando preguntado sobre la situación política en
Venezuela, reiteró su particular visión del asunto: “Venezuela tiene tres poderes y
los tres poderes están funcionando. Quizás no sea la democracia a la que
estamos acostumbrados, por ejemplo, en mi país”. Por más que la
respuesta provoque sensaciones raras, tratándose de un Jefe de Estado la
humorada debe descartarse de plano, particularmente cuando se está ante una
audiencia televisiva de alcance internacional.
En consecuencia, frente a la enormidad de
la respuesta, no cabe otra actitud que
tomarla al pie de la letra, tal como fue dicha y que es concordante con otras que, al respecto, formulara desde
Viena no hace mucho tiempo. Y tomada al pie de la letra es una falsedad de
dimensión colosal, pues le debe constar al Sr. Presidente que en Venezuela la
suma del poder público está concentrada en el `Poder Ejecutivo, particularmente
en la persona de Nicolás Maduro.
El Tribunal Supremo es una prolongación
del Ejecutivo y responde a cualquier
requerimiento de Maduro, a tal grado, que éste acaba de enviarle el presupuesto
del 2017 para su aprobación, en vez de hacerlo a la Asamblea Nacional como
hubiera correspondido. Así las cosas y despojado de sus funciones, el Poder Legislativo
solo existe como una realidad virtual, allí mismo donde la soberanía sucumbe
ante el poder de la fuerza bruta, es decir, las Fuerzas Armadas, indispensable
sustento de toda dictadura.
Ahora bien; como el Dr. Vázquez conoce
estas cosas, su mensaje transoceánico obviamente está dirigido al mismo Nicolás
Maduro y en sustancia quiere decirle que Uruguay está definidamente a favor de
su régimen cívico-militar, como se llama oficialmente su gobierno (igual que la
dictadura uruguaya se llamaba a sí misma), aunque un pueblo sometido a las
arbitrariedades del mando luche a diario por encontrar formas por donde encauzar
sus necesidades de libertad. Y también de alimentos y medicinas, más allá de la
presencia odiosa de los “colectivos”, denominación que reciben los grupos
paramilitares que responden al gobierno.
Vino después este pensamiento enigmático: “Quizá no sea la democracia a la que estamos
acostumbrados, por ejemplo, en mi país”. Tratando de descifrarlo,
hipotéticamente tendríamos que habría diversos tipos de democracia y que la
opción por uno de ellos sería cuestión de costumbre, sin necesidad reparar en los
principios esenciales del sistema, los cuales volarían por los aires al vaivén
de esa costumbre, tal como sucede ahora en Venezuela donde “el
acostumbramiento” ha desembocado en una dictadura que todo el mundo ve, menos
el presidente Vázquez.
Finalmente, el Presidente agregó una frase
inevitable en estas circunstancias para quien presuma de persona de buen
criterio y amante de la paz entre los pueblos: “A lo
que está dispuesto Uruguay, si es que puede hacerlo, a encontrar un camino de
diálogo efectivo”. Una forma universal de lavarse las manos y quedar
bien al mismo tiempo, en tanto la dictadura se consolida sin retorno posible,
segura de que el diálogo es una apuesta a la nada, aunque el lustre de los
figurones que se presten a ello pueda suponer lo contrario.
Esto es así porque el diseño cubano del
régimen chavista tiene en la invocación permanente y obsesiva al diálogo y a la
paz –herencia del viejo imperialismo comunista del siglo pasado- uno de los
recursos más preciados para engañar a los tontos y a los otros que, sin serlo,
les conviene parecerlo un poco, aunque recubiertos por una pátina de hombres
sabios y prudentes, aptos para la función.
Obviamente, la actitud del Presidente
uruguayo debe ubicarse en el entorno político que la condiciona, es decir, la
posición del conglomerado cívico-sindical que gobierna el país, absolutamente
jugado a favor de la dictadura venezolana. De ahí los continuos regates que el
Dr. Vázquez debe realizar para esquivar una realidad que abruma con sus
probanzas y cuyos costos a nivel del Mercosur ya están a la vista. Y que el
canciller Nin Novoa se encarga luego de explicar con los habituales galimatías
que ni él mismo entiende, como aquello no muy lejano de la “democracia
autoritaria”, incógnita aún sin despejar.
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