EXPRESIONES PROVOCADORAS DE UN FISCAL
Quisiera hilvanar algunas apostillas sobre
el reciente procesamiento de Eugenio Figueredo, confeso integrante de esa
multinacional del delito que se conoce por la
sigla FIFA, otrora tan imponente como prestigiosa. Como lo he expresado
tantísimas veces a través de ese semanario, mi crítica apunta siempre para el
mismo lado, es decir, el degradado proceso penal uruguayo y su falta de
garantías, con prescindencia de nombres y de personas, que no me interesan en
absoluto. Lo que me importa es la dignidad del ser humano, cimiento de todos
sus derechos fundamentales a partir de la Declaración Universal de 1948, pasando por todos los
tratados que el país ha firmado a este
propósito.
De las muchas notas periodísticas que
motivó el caso Figueredo-FIFA, tomo una del diario “El País” del 27.12.15
titulada “Fiscal del caso Figueredo: Hay
mucha gente nerviosa”, en la cual se
transcriben estas palabras: “Son
varios los que está siendo investigados. Hay mucha gente muy nerviosa. Yo no
puedo hacer comentarios porque hay una estrategia ya desplegada.
Despojadas del tono jactancioso que
sugieren, creo que estas expresiones del fiscal del caso están totalmente fuera
de lugar, entendiendo por esto la discreción y recato que todo funcionario
encargado de dictar justicia debe guardar respecto de los asuntos a su cargo,
particularmente en aquéllos que por su trascendencia pública pudieren degenerar
en esa justicia-espectáculo que tanto agrada a los medios.
Tales expresiones ambientan
interpretaciones cavilosas por lo genéricas y afirmativas, toda vez que es del
caso preguntarse cómo sabe el fiscal que “hay mucha gente nerviosa. ¿Habló con
mucha gente y la encontró nerviosa?
Porque la afirmación se integra con el adverbio de cantidad “mucha” y el
calificativo “nerviosa”, lo cual denotaría que el fiscal habría conversado con
esa gente y además la encontró nerviosa. Como verosímilmente esta hipótesis
parece poco probable, todo indicaría que se estaría refiriendo a las personas
que deberán declarar como testigos por estos días de habilitación de feria y en
los que vendrán después de ella. En otras palabras, el fiscal dice que están
“nerviosas” precisamente para que estén realmente “nerviosas”. Y no es un juego
de palabras, sino una estrategia para preparar la escena.
Naturalmente que la verdad es otra y el
fiscal sabe por qué dice estas cosas y que basta con citar como testigo a cualquier persona
que nunca haya pisado un juzgado penal para ponerla “nerviosa”, drama que
comienza cuando dos policías vestidos de civil llaman por el intercomunicador y
gritan “¡Policía!” y a continuación le dejan una citación, sin decirle por qué
ni para qué, peripecia que será suficiente para sacudir la rutina de su vida
cotidiana.
La incógnita recién se despejará cuando,
después de esperar en antesala un buen rato, quede a merced del fiscal, quien
preguntará a voluntad, muchas veces en actitud concordante y fraterna con la
del juez de la causa, el mismo que deberá dirimir el juicio en primera
instancia.
Las
preguntas se alternarán de uno a otro, incluso rozando los lindes de la interrogatio generalis, allí donde el
interrogador se salga del andarivel que marca el caso concreto. Y entre cuatro
paredes, por supuesto, ya que la publicidad, es decir, las puertas abiertas
para ventilar el recinto, conspiraría contra la apacible sordidez del sistema.
Esta salida de tono del fiscal anunciando
que hay gente nerviosa debe verse como una expresión, quizá subconsciente, del
poder omnímodo que fiscales y jueces tienen sobre la libertad del hombre, sus
derechos fundamentales y sus bienes, particularmente visible en la prisión
preventiva aplicada según una rutina de razonamientos puramente tautológicos, ante
la ausencia de todo sustento normativo.
Creo que si tal poder no encuentra en firmes
escrúpulos de conciencia el freno moral que obste a toda posibilidad de abuso o
extralimitación en punto a los derechos y garantías de las personas en el
proceso penal, se corre el riesgo de estar ante una actividad contaminada, allí
donde la presión social y de los medios o las mismas tendencias del juez y del
fiscal alteren el sosiego anímico propio
de toda noción de prudencia e imparcialidad.
En este sentido y para cerrar mi
pensamiento, me valgo de la palabra sabia del maestro Couture cuando, a este
propósito, decía: “Cómo podremos desprender
la decisión del juez de sus impulsos, de sus emociones, de sus pasiones,
de sus debilidades como hombre. El Derecho puede crear un sistema perfecto en
cuanto a su justicia, pero si ese sistema ha de ser aplicado en última
instancia por hombres, el derecho valdrá lo que valgan esos hombres”.
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