URUGUAY Y EL CASO VENEZUELA
Finalmente, Uruguay consumó su
indignidad ante el orden internacional, en una farsa de mediación intentada
desde Montevideo, aunque frustrada por la postura firme de la Unión Europea y
otros países americanos. Y lo hizo por boca de su presidente Tabaré Vázquez
quien, con un discurso de neto cuño bolivariano, colocó al país en una línea de
total concordancia con la dictadura venezolana. Su habitual retahíla de lugares
comunes comenzó con un planteo absolutamente falso: la opción es entre la
guerra y la paz, a partir del cual engarzó sus reiteradas apelaciones al
“dialogo”, es decir, a la nada, toda vez que jamás concretó cuál sería su
eventual funcionamiento.
Pero lo novedoso resultó ser su vehemente
adhesión al principio de no intervención, total, inflexible y sin matices,
sintetizado en este oasis de sabiduría: “los problemas de los venezolanos los
deben resolver los propios venezolanos”, salvoconducto exprés para que el
dictador del norte siga paseando por las cumbres del régimen sus triunfos sobre
una población sojuzgada e inerme, tal como lo dispone el libreto cubano.
Sorprende, no obstante -si es que algo
ya pudiera sorprender- que al presidente no le hayan advertido que su empecinada
propuesta de acudir al diálogo es también una manera de intervenir en los
asuntos venezolanos, tan entrometida como pedir la liberación de los presos
políticos o la realización de elecciones libres. La retórica al uso de la
autodenominada izquierda cree que una apelación al diálogo y a la paz es
siempre una invocación superior, allí donde la ideología sectaria claudica ante
los fueros de la razón o las circunstancias
ponen en riesgo su irrefrenable tentación totalitaria.
En concreto, el discurso de Tabaré
Vázquez podría sintetizarse en la habitual proclama que Maduro grita a los
cuatro vientos: “con Venezuela no se metan”, que no otra cosa significa que los
“asuntos de los venezolanos deben resolverlos los venezolanos”. Todo dicho con
un circunloquio para consumo popular y leído a paso lento, sin alma ni
convicción, ante la expresión de sorpresa de Federica Mogherini, que parecía no
entender para qué vino desde tan lejos.
Resultaría demasiado obvio decirlo,
pero tanto mejor si queda dicho, que al Dr. Vázquez se le ve totalmente
condicionado por el Partido Comunista y su franquicia sindical el Pit.Cnt,
siempre en acecho y por el antinorteamericanismo irredento de Mujica y los
tupamaros, hoy en franca retirada por los confines de la región.
Un Vázquez que, en el caso venezolano,
luce despersonalizado, resignando los
atributos del poder con tal de salvar su pelleja ante la catarata de insultos y
acusaciones que Maduro suele descargar sobre todos los gobernantes americanos
que no piensan como él. Y lo viene logrando, a juzgar por lo halagos con los
que el dictador suele compensar a quienes comparten con él su visión
paleosocialista del mundo y además lo festejan.
Lástima que a pocas horas de su
discurso, los congregados en Montevideo retomaron el sentido original de la
convocatoria y del Mecanismo de Montevideo
-nombre horroroso, por otra parte- ya no quedaban ni rastros. El
canciller Nin Novoa, ofuscado, se ocupaba luego de decir, en una explicación
escolar, que la presidencia de Guaidó “era más ilegítima que la de Maduro”, tal
como si le ilegitimidad fuera una cuestión de grados.
Así concluía el penoso espectáculo de
esta uruguayez frentista y pedestre queriendo prevalecer sobre el consenso de la comunidad europea,
obviamente elaborado por mentes superiores al promedio de lo que por aquí
tenemos. Y el bochorno llegaba a su fin.
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