lunes, 18 de febrero de 2019

             URUGUAY  Y EL CASO VENEZUELA

          Finalmente, Uruguay consumó su indignidad ante el orden internacional, en una farsa de mediación intentada desde Montevideo, aunque frustrada por la postura firme de la Unión Europea y otros países americanos. Y lo hizo por boca de su presidente Tabaré Vázquez quien, con un discurso de neto cuño bolivariano, colocó al país en una línea de total concordancia con la dictadura venezolana. Su habitual retahíla de lugares comunes comenzó con un planteo absolutamente falso: la opción es entre la guerra y la paz, a partir del cual engarzó sus reiteradas apelaciones al “dialogo”, es decir, a la nada, toda vez que jamás concretó cuál sería su eventual funcionamiento.

          Pero lo novedoso resultó ser su vehemente adhesión al principio de no intervención, total, inflexible y sin matices, sintetizado en este oasis de sabiduría: “los problemas de los venezolanos los deben resolver los propios venezolanos”, salvoconducto exprés para que el dictador del norte siga paseando por las cumbres del régimen sus triunfos sobre una población sojuzgada e inerme, tal como lo dispone el libreto cubano.

          Sorprende, no obstante -si es que algo ya pudiera sorprender- que al presidente no le hayan advertido que su empecinada propuesta de acudir al diálogo es también una manera de intervenir en los asuntos venezolanos, tan entrometida como pedir la liberación de los presos políticos o la realización de elecciones libres. La retórica al uso de la autodenominada izquierda cree que una apelación al diálogo y a la paz es siempre una invocación superior, allí donde la ideología sectaria claudica ante los fueros de la razón o las circunstancias  ponen en riesgo su irrefrenable tentación totalitaria.

          En concreto, el discurso de Tabaré Vázquez podría sintetizarse en la habitual proclama que Maduro grita a los cuatro vientos: “con Venezuela no se metan”, que no otra cosa significa que los “asuntos de los venezolanos deben resolverlos los venezolanos”. Todo dicho con un circunloquio para consumo popular y leído a paso lento, sin alma ni convicción, ante la expresión de sorpresa de Federica Mogherini, que parecía no entender para qué vino desde tan lejos.

          Resultaría demasiado obvio decirlo, pero tanto mejor si queda dicho, que al Dr. Vázquez se le ve totalmente condicionado por el Partido Comunista y su franquicia sindical el Pit.Cnt, siempre en acecho y por el antinorteamericanismo irredento de Mujica y los tupamaros, hoy en franca retirada por los confines de la región.

          Un Vázquez que, en el caso venezolano, luce despersonalizado,  resignando los atributos del poder con tal de salvar su pelleja ante la catarata de insultos y acusaciones que Maduro suele descargar sobre todos los gobernantes americanos que no piensan como él. Y lo viene logrando, a juzgar por lo halagos con los que el dictador suele compensar a quienes comparten con él su visión paleosocialista del mundo y además lo festejan.

          Lástima que a pocas horas de su discurso, los congregados en Montevideo retomaron el sentido original de la convocatoria y del Mecanismo de Montevideo  -nombre horroroso, por otra parte- ya no quedaban ni rastros. El canciller Nin Novoa, ofuscado, se ocupaba luego de decir, en una explicación escolar, que la presidencia de Guaidó “era más ilegítima que la de Maduro”, tal como si le ilegitimidad fuera una cuestión de grados.

          Así concluía el penoso espectáculo de esta uruguayez frentista y pedestre queriendo prevalecer  sobre el consenso de la comunidad europea, obviamente elaborado por mentes superiores al promedio de lo que por aquí tenemos. Y el bochorno llegaba a su fin.